“El cambio es ley de vida. Cualquiera que sólo mire al pasado o al presente se perderá el futuro”. Estas palabras de John Fitzgerald Kennedy encierran algunas claves y Mariano Rajoy no las ha sabido ver. Se ha descolgado de su futuro y de su reputación.
Es cierto que JFK no era exactamente un dechado de virtudes. Más bien se trataba de un presidente vulnerable y con múltiples adicciones, politoxicómano por prescripción facultativa y pendenciero titulado, que desde su singular mezcla de flaquezas tuvo aciertos. Su mayor logro consistió en crear su propio mito, en potenciar la inquebrantable solidez de su marca pública y personal hasta lo más alto. Y lo consiguió con la ayuda de un gran profesional, su fotógrafo personal Jaques Lowe. Este hombre creó, forjó y proyectó al mundo un icono que sólo cincuenta años después de la muerte del presidente americano ha sufrido algunos rasguños.
Rajoy podría haber hecho lo mismo, pero no ha querido.
John Fitzgerald Kennedy, fue muy consciente de sus limitaciones y su inestabilidad personal y por eso se puso manos a la obra desde el principio. Sabía muy bien que tenía que construir y elaborar una reputación sólida y creíble. Kennedy consiguió que millones de americanos y el mundo entero sucumbieran ante su imagen desenfadada, de tipo afable, próximo y empático. Lo logró al mostrar al mundo una parte de su intimidad, la del padre de familia protector y atento porque supo controlar desde el principio su discurso y muchos de los contenidos en los que se le mencionaba. Las historias del concubinato y las orgías saldrían después a la luz, pero ya daba igual porque el mito se había construido tan bien que se había consolidado para siempre.
Todos (profesionales, directivos, políticos y ciudadanos) podríamos extraer alguna enseñanza de esa cita en estos tiempos de cambio constante. Las palabras del presidente americano denotan optimismo y previsión. Sin una sonrisa y sin una estrategia llegaremos sólo hasta la vuelta de la esquina. Podría ser una meta muy aceptable, pero en política y en el ámbito empresarial las metas van más allá. Por eso es tan importante controlar la reputación, no ya la tradicional, a través de una buena estrategia de comunicación y relaciones públicas, sino la de los buscadores.
Google y el resto de buscadores online (en España el 95% de las búsquedas en la red se llevan a cabo a través de las letras de colores) pueden ser nuestro propio pedestal o nuestra propia fosa séptica. Hagamos la prueba. Googleee su propio nombre. No se arredre. Se sorprenderá. Los resultados tanto positivos como negativos dependerán de factores de naturaleza semántica, profesional, de aquellos relacionados con su actividad en Redes Sociales, de la autoridad de las webs en las que aparece y de su presencia en los medios de comunicación, entre otros aspectos.
Si John Fitzgerald Kennedy viviera aún hoy en día su reputación online sería aún mejor porque si ya en su día controló y gestionó su reputación, ahora también lo haría aún mejor.

Pondría todos sus esfuerzos en su ORM (Online Reputation Managmenent), en la gestión de su reputación online y en su SERM (Search Engine Reputation Management), en la Gestión de la Reputación en Motores de Búsqueda.
No ocurre lo mismo con el actual presidente en funciones del Gobierno de España. La reputación de los políticos, de los profesionales, de los directivos, de las empresas, de las organizaciones e instituciones muta y se transforma. A veces, esto es bueno y en otras, sin control, se convierte en un desastre. Rajoy, por ejemplo, tardará siglos en tomar las riendas de su reputación de forma efectiva y no sólo por la broma radiofónica con una supuesta conversación con el president Carles Puigdemont.

El ORM (Online Reputation Management) y el SERM (Search Engine Reputation Management) son la solución para evitar la comunicación y la estrategia de crisis. Si no le gusta lo que dicen sobre usted, cámbielo; llame (669482106) o envíe un correo (carles.montana73@gmail.com), le ayudaré a conseguirlo.